Oposiciones docentes: técnicas, horarios y descansos eficaces.

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Preparar una oposición docente es una carrera de fondo en la que no basta con empaparse de temarios interminables. Lo verdaderamente decisivo está en cómo te organizas, qué métodos usas para estudiar y cómo gestionas tus descansos. Si ya estás metido de lleno en la preparación o estás a punto de empezar, merece la pena que te pares un momento y te plantees si estás sacando todo el partido posible a tus jornadas. Porque sí, estudiar muchas horas no siempre es sinónimo de productividad.

Entiende tu ritmo antes de imponer un horario.

Lo primero que conviene tener en cuenta es que no existe una rutina de estudio universal que le funcione igual a todo el mundo. Cada persona tiene momentos del día en los que rinde más, y si sabes identificar cuáles son los tuyos, ya llevas bastante ganado. Hay quien empieza a funcionar desde primera hora y quien no se concentra hasta bien entrada la tarde, así que antes de llenar tu agenda de bloques de estudio, párate a observar tus ritmos naturales durante una semana.

Puedes anotar las horas en las que te concentras con más facilidad y cuándo empiezas a notarte espeso o distraído. Esa observación te permitirá establecer bloques de estudio más estratégicos, priorizando las tareas más exigentes en los momentos de mayor claridad mental. No se trata de encajar todo a martillazos, se trata de diseñar una rutina que te acompañe y no que te pese.

Organiza por bloques, no por horas sueltas.

Un error frecuente es planificar las jornadas como si fueran una lista de tareas sueltas. «De 10 a 11, tema 4», «de 11 a 12, repaso de la unidad didáctica»… y así hasta completar el día. El problema de esta fórmula es que no siempre se ajusta al tiempo real que necesitas y puede generar frustración si no logras cumplirla. En lugar de eso, es más eficaz dividir el día en bloques amplios de concentración (lo que se conoce como sesiones profundas) y alternarlos con pausas definidas.

Por ejemplo, puedes trabajar en tramos de 90 minutos, centrándote en un único tipo de contenido (tema, caso práctico, desarrollo oral…), seguido de 20 o 25 minutos de descanso completo. Así, además de rendir más, evitas la fatiga mental que aparece cuando encadenas demasiadas tareas sin desconectar.

Haz hueco al repaso, no lo dejes para el final.

Otra trampa habitual en la planificación de oposiciones es reservar los repasos para la última fase, cuando ya se ha «estudiado todo». Sin embargo, el repaso tiene más fuerza si se reparte de forma constante a lo largo del proceso. La técnica del repaso espaciado, por ejemplo, se basa en revisar lo aprendido cada cierto tiempo antes de que empiece a olvidarse. Así refuerzas la memoria a largo plazo y evitas tener que reaprenderlo todo cuando se acerque el examen.

Una forma sencilla de ponerlo en práctica es dedicar cada semana un par de bloques específicos solo para repasar temas anteriores. Puedes usar tarjetas tipo flashcards, mapas mentales o incluso grabaciones de audio con tus propias explicaciones. Escucharte a ti mismo repasando mientras das un paseo puede convertirse en un recurso sorprendentemente útil.

No subestimes el valor de las técnicas activas.

Muchas personas siguen estudiando igual que lo hacían en el instituto: leer, subrayar y volver a leer. Pero cuando el volumen de información es tan grande como en una oposición docente, este método se queda corto. Es más eficaz usar técnicas activas que impliquen al cerebro de forma más intensa.

Una de las más efectivas es la autoexplicación: intenta contar el tema como si se lo explicaras a un alumno, sin mirar el texto, y solo después comprueba si lo has hecho bien. Otra opción interesante es la técnica Feynman, que consiste en simplificar lo que estudias hasta poder explicarlo con tus propias palabras a alguien que no tenga ni idea del tema. Ambas obligan a procesar la información en profundidad y eso deja una huella más duradera.

La curva de energía diaria también se entrena.

Igual que un atleta adapta su cuerpo para rendir a determinadas horas, tú puedes entrenar tu mente para estar en forma cuando más te interesa. Esto se logra respetando horarios estables, evitando cambios bruscos en las rutinas y asegurando que tus horas de sueño sean regulares.

Levantarte y acostarte todos los días a la misma hora, aunque sea fin de semana, es clave para que el cuerpo se habitúe a ciertos ritmos. Esto mejora tu concentración en las horas que eliges para estudiar, al igual que reduce la ansiedad y favorece que tu memoria funcione de forma más fluida. Y es que un cerebro descansado no solo retiene mejor, también se defiende mejor en una exposición oral o en una prueba de improvisación.

Planifica también el descanso, no lo dejes a la improvisación.

Una de las partes más descuidadas en cualquier rutina de opositor es el descanso. Se tiende a verlo como tiempo perdido, cuando en realidad es una inversión directa en tu rendimiento. No es lo mismo estudiar 6 horas con la cabeza despejada que pasarte 10 horas delante de los apuntes con la mirada perdida. Y para poder rendir al máximo, los descansos no pueden ser aleatorios, deben estar incorporados de forma deliberada en tu día a día.

Haz pausas breves entre bloques de estudio, pero también asegúrate de tener tiempo para desconectar completamente, aunque sea una hora al día. Ver una serie, salir a andar, cocinar o simplemente no hacer nada: todo eso cuenta como descanso y es igual de necesario que memorizar los epígrafes del tema 12.

Los descansos largos también tienen su lugar.

Tan importante como las pausas cortas diarias es programar descansos más largos, como un día libre completo a la semana o un fin de semana sin tocar los apuntes cada tres o cuatro semanas. Estas pausas permiten que el cerebro procese la información aprendida y ayudan a recargar energías. También son momentos ideales para hacer balance, revisar lo que llevas preparado, reajustar tu calendario y recuperar motivación.

En muchas academias especializadas ya insisten en la necesidad de estos descansos programados y lo incluyen en sus planificaciones. Desde Preparadores de Oposiciones en Valladolid, por ejemplo, incitan a trabajar mucho esta idea dentro de cualquier rutina personalizada, entendiendo que estudiar más no equivale a estudiar mejor si no se respeta el ritmo del alumno.

Entrena la defensa oral desde el primer mes.

En las oposiciones docentes, una parte fundamental del proceso es la exposición oral de la programación y las unidades didácticas. No vale con saberse bien el contenido, hay que saber transmitirlo con claridad, seguridad y presencia. Esto no se consigue improvisando el último mes, se entrena desde el inicio, aunque sea poco a poco.

Puedes empezar por grabarte haciendo una exposición corta y luego analizarte: ¿hablas muy rápido?, ¿usas coletillas?, ¿mantienes el hilo con coherencia?, ¿te apoyas bien en los elementos visuales? A medida que te sientas más cómodo, ve aumentando la duración y complejidad de las exposiciones. También es útil ensayar con otra persona que te dé feedback, aunque no tenga conocimientos del tema.

Cuida el entorno en el que estudias.

El espacio también influye. No necesitas tener una oficina perfecta, pero sí un lugar cómodo, bien iluminado y ordenado que tu cerebro identifique como tu sitio de estudio. Es recomendable que no sea el mismo espacio donde duermes o ves la tele, porque eso dificulta la concentración. Si no puedes evitarlo, cambia al menos algunos elementos cuando estudies: una lámpara específica, una mesa distinta o incluso una silla diferente pueden marcar la diferencia.

A lo largo del proceso, ese rincón de estudio se convierte casi en tu segundo hogar, así que procura que sea un lugar agradable. Tenerlo mínimamente decorado, con algo de vegetación o con objetos que te motiven, puede ayudarte a mantener una actitud positiva, algo que no es fácil de conservar cuando llevas meses con la vista puesta en el BOE.

El calendario a largo plazo también cuenta.

No hay que caer en el error de organizarse solo semana a semana. Es clave tener un calendario más amplio donde puedas visualizar el conjunto de temas, bloques y habilidades que debes dominar. Esto te permite identificar si estás avanzando al ritmo adecuado o si hay que hacer ajustes. Puedes crear un tablero grande y visible o usar herramientas digitales como Notion, Trello o Google Calendar, siempre que no se conviertan en una distracción.

En ese calendario deberían aparecer tanto los momentos de estudio como los simulacros, repasos, descansos prolongados y cualquier hito que consideres importante. Verlo todo en conjunto ayuda a tomar mejores decisiones y reduce la ansiedad de sentir que vas improvisando a cada paso.

Evita las comparaciones y mide tu progreso de forma realista.

Una de las cosas que más desestabiliza durante la preparación es compararse con otros opositores. Lo que uno estudia al día, la forma en que organiza su rutina o el tiempo que tarda en aprender un tema no tiene por qué servirte de referencia. La comparación solo genera inseguridad, cuando lo realmente útil es centrarte en tu evolución.

Llevar un registro propio de lo que has estudiado, los temas dominados y las dificultades superadas te dará una visión más justa de tu recorrido. Anotar también los fallos cometidos o los días en los que te ha costado concentrarte puede ayudarte a ajustar la estrategia sin machacarte. Porque al final, lo que cuenta no es cuánto estudiaste ayer, sino si hoy estás mejor preparado que hace una semana.

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