Un domingo en plano verano con todo el restaurante que tenemos en la costa de Alicante lleno hasta los topes. Los cocineros y auxiliares sin poder respirar sacando comandas como locos, los camareros el metre sirviendo mesas sin parar y la caja llena como hacía años que no veíamos. Todo iba como la seda y se notaba en el ambiente porque todos estábamos eufóricos, desde el empleado más antiguo hasta el último contratado, ya que sabían que si el negocio iba bien podríamos mantener sus puestos de trabajo toda la temporada.
Estábamos todos casi llorando de alegría viendo cómo sacábamos una paella tras otra y montones de aperitivos con pescadito frito, calamares, patatas bravas, ensaladilla y alguna que otra cazuela de magro con tomate. Impresionante.
Y de pronto mi hijo, que es quien se encarga de la fregaza durante el servicio de la mañana, empieza a gritar desesperado. El trabajo en cocina frena en seco y yo voy corriendo a ver qué le pasa y, cuando llego, me encuentro un lío descomunal con agua por todas partes y a dos empleados más, junto a mi hijo, intentando parar el desastre.
Cuando cogimos el local el año pasado no tuvimos ni la mitad de clientela diaria de la que estábamos teniendo ese día, ni esa semana, y no nos dimos cuenta de que las tuberías dejaban mucho que desear. El caso es que con el ajetreo del día, y con mi hijo sin parar de enjuagar platos y vasos para meterlos en el lavavajillas se había formado algún tipo de tapón y ahora no tragaba el agua por ningún sitio. El fregadero de agua hasta arriba, el lavavajillas lleno de agua a pesar de que había acabado el ciclo de lavado porque no colaba por la tubería y, poco después nos dimos cuenta de que estaba empezando a salir agua también en el baño.
El atasco debía ser monumental y debía estar en la tubería de desagüe central porque estaba todo el local colapsado.
Terminamos ese servicio como pudimos, agobiados e intentando que nadie se diera cuenta de lo que pasaba mientras que mi marido llego a ir hasta en tres ocasiones a comprar vasos y platos nuevos porque no podíamos fregar los que nuestros comensales iban dejando sucios y por la noche cerramos el restaurante hasta nuevo aviso.
Por suerte llamamos a esta empresa de desatascos en Alicante llamada Limpiezas Limsa y nos solucionó el problema ese mismo día pero perdimos el dinero que podíamos haber ingresado en el servicio de las cenas por lo que es algo que hay que tomarse muy en serio. Si la empresa en cuestión no hubiera podido acudir ese mismo día el desastre habría sido mayor y todo por no realizar una buena inspección de tuberías previa.
Inspecciones periódicas
Un problema así para un hogar es algo complicado pero si te ocurre en tu negocio, sobre todo si se trata de un negocio de hostelería, el desastre puede ser total.
Desde entonces he tomado la determinación de realizar inspecciones una vez al año como mínimo y tengo dos empresas de confianza que me hacen el seguimiento. Una, por supuesto, es Limpiezas Limsa porque ya demostraron su valía cuando nos sacaron de aquel apuro, y la otra (que también nos ha dado muy buenos resultados) es Desatrancos Punto Sur, que ofrece sus servicios en Toledo y Madrid.
Desafortunadamente no puedo daros recomendaciones de empresas de desatascos en otras provincias españolas pero de lo que se trata es de que encontréis una empresa con experiencia que pueda llevaros un pequeños seguimiento de modo que, si de una revisión a otra ve algo extraño, pueda solucionar el problema antes de que haya llegado a un punto demasiado peligroso.