Comida real sí, extremos no

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La  “real food” (comida real) se ha puesto muy de moda y para quien no lo sepa aún no se trata de ningún juego de palabras extraño sino de comer alimentos naturales, sin procesados, de la tierra a tu mesa, básicamente. Ahora bien, ¿significa esto que no podamos utilizar los adelantos de hoy en día para ganar tiempo o mejorar nuestra calidad de vida? Yo no lo creo.

Hace poco más de una semana llegó hasta uno de mis restaurantes de Barcelona una pareja que quería comer “real food”. Dio la casualidad de que yo estaba allí ese día y me acerqué hasta ellos para intentar comprender qué es exactamente lo que estaban pidiendo. La chica, siempre muy amable y educada, me preguntó si todo lo que usábamos en nuestro restaurante para preparar los platos era “comida real”, sin conservantes, aditivos ni químicos, y yo, que me enorgullezco constantemente de comprar siempre producto de calidad, les dije enseguida que sí.

Comieron muy a gusto, o eso me pareció a mí, y casi habiendo terminado la chica se levantó para ir al baño justo cuando un repartidor nos estaba metiendo algunos de los productos que traía en su camión por la puerta lateral hasta la cocina.

En ese momento, la joven vio que entraban cajas de tomate frito Hida e inmediatamente salió del baño solicitando la cuesta y la hoja de reclamaciones, según ella, por utilizar tomate envasado en nuestros platos cuando ella había preguntado previamente si todos nuestros productos eran naturales.

El tomate frito ecológico de Hida se elabora con tomates ecológicos y se cocina a fuego lento con aceite de oliva virgen extra, azúcar y sal. Lo sé porque, como ya he dicho, me enorgullezco de comprar sólo lo mejor para mi restaurante y mis comensales, y por lo visto, según esta joven, comprarlo era un delito que debía ser duramente sancionado mediante hoja de reclamaciones.

Según ella, para poder hablar de “real food” todo, absolutamente todo, debe ser cocinado desde cero con productos de la huerta en nuestra cocina y aunque lo único que hice con la pareja fue darle la hoja de reclamaciones y solicitarles que dejaran de montar el número, yo he entrado en una especie de bucle por su culpa.

Los extremos nunca fueron buenos

Me parece muy bien que nuestra sociedad quiera comer, cada día, mejor, más sano y más natural ¿pero eso significa que utilizar las facilidades del S.XXI es algo malo? Comprar el tomate frito ya cocinado, la mayonesa o la bechamel ahorra muchísimo tiempo a hombres y mujeres trabajadores que tienen tan solo un rato para preparar sus platos caseros, del mismo modo que ayuda a mis chefs a tener la comida lista en el momento exacto.

Me parece estupendo que haya un movimiento “real fooding” pero, como en todo, deberíamos empezar a saber diferenciar los extremos. No es lo mismo abrir una lata de salsa boloñesa para espaguetis llena de conservantes y estabilizantes, verterla sobre un poco de pasta hervida y pretender hacer creer al comensal que está a punto de probar el mejor plato de pasta italiana del mundo, que abrir un bote de tomate frito ecológico, cocinar tu salsa a fuego lento con la receta secreta del restaurante, carne picada de primera calidad, cebolla, zanahoria y especias españolas y poner la pasta recién hecha, al dente, a macerar durante tres minutos exactos con la salsa para que el plato obtenga todo su sabor. No es lo mismo, para nada, aunque nos hayamos ahorrado algo de tiempo al comprar el tomate ya frito.

No voy a entrar en su esa chica tenía razón al enfadarse conmigo o no, aunque es obvio que ya conocéis mi opinión tras leer este artículo, pero lo que no podemos hacer es llevarnos las manos a la cabeza ante cosas tan extremas como esta.

En mis restaurantes se cocinas productos naturales y sí, también se compran productos a proveedores y distribuidores de confianza que traen productos de calidad, algunos ya cocinados artesanalmente, bajo unas estrictas medidas de higiene, y aun así seguimos ofreciendo “real food” a todos nuestros comensales. Le pese a quien le pese.

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